La magia nace cuando viajamos hacia dentro pero vivimos en un mundo de vehementes sin alma. La vida se compone de momentos para los que no estamos preparados pero hacia los que nos encaminamos sin reparar en ello. Tenemos que hacerlo. Debemos hacerlo. Es la única forma de hacerlo.
Si me preguntas qué me pasó por lo cabeza escuchando, aquel día, aquella canción, te diré que no lo recuerdo. Y no lo recuerdo porque tenía la mirada fija en un océano turquesa que me devolvía la mirada. La pasión atemporal de la medianoche envolvía aquello, sin una luna que lo iluminase, y todo nuestro alrededor se quedó congelado en un instante que poco después colapsó.
La vehemencia nos empuja fuera de este ahora, pero lo que hace la magia, precisamente, es vivir dentro de esos instantes para permitir que naveguemos su tempestad como una gota de agua a través de un arcoíris.